lunes, 16 de mayo de 2016

¿Me leerás? Te extraño, te pienso a casa minuto, te sueño cada noche o antes de dormir, imagino tu brazo cercando mi cuerpo. Quiero decirte, donde sea que estés, que desde que te conocí que no pude volver a mirarte otra vez. La primera vez que te ví, pregunté por vos, me diste curiosidad.
Me costó, me cuesta esto. Lo tomo como una despedida, quizás nunca lo sepas o sí, quizás te estés enterando que te quiero dejar, que quiero soltarte, que no quiero molestar más, quiero borrar tu imagen divina de ese altar que cree, de esos sueños que realicé, te quiero dejar.
Me duele, abandonarte. Siento que te di mucho de mí y hasta fingí con ser alguien que no era; feliz.
Quiero pedirte perdón por no seguir, pero se me hace difícil todo esto, no sé enamorarme.
Quiero que sepas que desde que posé mis ojos en vos, nunca más volvieron a mirar de la misma manera, siempre estuviste ahí, entre mis párpados sin dejar que pudiese dormir. Siempre estuviste en mi garganta, intentando salir para poder decirte todas mis verdades, cotarte las vecesque escribí sobre vos, que me enrollaste en esto... No te culpo, para nada.
Quiero contarte de mis sueños, de mis ganas de hacer, de reirme, de escucharte, de poder verte...
Quiero despedirme, dejar esto, caminar hacía otro lado pero no puedo hacerlo si no sabés todo lo que me pasa, pero no quiero arriesgarme a que lo sepas y que no me veas igual.
Tengo miedo, pedorná la cobardía.
Sólo te quiero.

Paloma

Caminé, en bajada. Alarmada por ese camino, no sé si estaba en San Telmo o La Boca, o algun barriecito de Uruguay, de esos que sus adoquines además de guardar agua de lluvia guardan viejos tangos lejanos.
Bajé, tranquila. Me sumergí en la calle, respiré el lugar, me hundí en su color. Las hojas secas, naranjas y coloradas, adornan el camino, los árboles me bañan con su lluvia de éstas que dan algo de vida a mi andar.
De lejos, pude ver el rocío en el pasto, de las viejas casonas que aún se adornan con su patio delantero.
Seuí caminado, la calle se hacía angosta. Iba metiéndome más adentro, casi sin respirar pude observar una puerta, chiquita. La abrí, dudando de mi destino. La oscuridad y la luz, como amigas en un abrir y cerrar de ojos se saludan y se van.
La luz, quedó. Pasé a un parque, sin color, blanco y negro era el matiz. No caían hojas, no existía la brisa, no adornaba más que la nada y ese sentimiento a dolor que embaraza. Un camino que se divide, dos manos que se separan, un lugar que pasa a ser uno solo, y sí, sólo quedó.
Un abrazo que no termina, como si tuviesen toda una después de aquello, o no. No tenían nada más que recordar que se amaban o que se odiaron alguna vez, que los consumió la vida o la vida los absorvió.
Una danza sin bailarín, vestido como tal llora en un banco, anhelando ser lo que no es, pues, sin piernas no se puede danzar, como sin manos no se puede escribir.
Un abuelo y su nieta, de la mano, caminando sin destino fijo. Ella, juntando pétalos de flores. Él observando la vida pasar, la niña era la vida, él su observador. Y es en eso, que su sombrero vuela, se convierte en paloma, se libera o su cabeza se libera, y es en eso que se acerca...
Y en eso, que se desvanece por puro azar o por qué quizás, la libertad se acercó a mí, me rozó y me dio la espalda.
Una mañana desperté, sin saber qué había pasado. Busqué lavarme el rostro con el poco agua que salía de la canila, caía suavemente y se deslizaba sobre mis manos pero éstas no sentían tal danza del mismo.
Asustada, intenté abrazar su recuerdo, pero entendí que no poseía ninguno para cuidarme a mí y mi alma -que al fin y al cabo sufría en silencio- me acobijé en la memoria, en eso que no se toca pero sí, nos toca.
Temí, por mí y mi cordura. Tuve miedo, de azar a mi suerte y creen en el destino. Quise tener culpa.
Atiné a abandonar cada secuela que dejó su aroma, tendida, a sus pies me rendí.
Decidí no correr, había caído de un sueño hermoso, o confuso. Quizás la confusión sea la duda, y esa duda nos asombre o nos convenza de que si estamos solos(as) estamos mejor, o no, es la duda a la compañía.
¿Y si arriesgo? ¿Qué pierdo? ¿La dignidad? Corro a la cama, intento llorar.
Esos intentos forzosos de sufrimiento para no afrontar lo que pasa, lo que me pasa ¿lo que nos pasa?
Temo, por irme con él.
Temo, por dejar ir una parte con él.