domingo, 26 de marzo de 2017

Esa Plaza maldita.

Desde temprano se sienten los latidos de muchos corazones, pero solo escuché el mío. Mucha gente dirigiendose a un destino incierto -o sólo quizás yo no percibía cuál era- que en sus rostros se dislumbraba el apuro. Escuchaba el ruido, ese ruido de las suelas de los zapatos y zapatillas por el asfalto que quemaba al compás del movimiento de las nubes, de ese sol que apareció para iluminar nuestras caras sudadas a la espera de una -lo que nosotros pensábamos que era- larga jornada.
El tiempo pasaba y no nos movíamos, pero si llegaba a ver familias, carteles, camiones repletos de gente. Sentía la emoción de volver a un lugar que lo tomé por propio, por un sentimiento colectivo imposible de explicar pero sí de demostrar. Sentía que nos dirigíamos a nuestro hogar, el que siempre nos acobijó en nustras dudas más grandes y nuestros aciertos ásperos. El agua caía de nuestras cabezas, mis piernas temblaban y no hacía más que saltar de un lado al otro a la espera de comenzar el recorrido de las calles que muchas veces caminé pero pocas como ésta vez. Me preguntaba por qué, si siempre reconocí las mismas, y hasta las memoricé. Entre tanta pregunta entendí que había algo más profundo que sólo caminar un lunes por la tarde o un domingo por la mañana; estaba acompañada. Y no sólo en la caminata, sino en el sentimiento que nos provocaba nuestro destino, no importaba cuánto caminemos o el calor incesante que nos partía la piel o mismo si nuestras piernas nos pedían a gritos que pararamos... Ya nada importaba, era nuestra.
Ya escuchaba... los escuchaba, esos bombos que repicaban con nuestras gargantas, el parche golpeado por la masa y los platillos que se abrazaban al ritmo. En ronda iban quiénes danzaban, cantaban y se emocionaban. Era como un gran abrazo fraternal, era como volver a casa, era como estar en casa. Los cantitos iban a la par del día, del viento que se llevaba cada estrofa pronunciada y cada brillo en los ojos.
A lo lejos se veía. Nos acercábamos a Plaza de Mayo, la piel se me erizaba, el rayo del sol me partía los huesos y se me aceleraba el corazón.
"Soy parte" pensé. Soy parte de una historia que no terminó, que aunque aparezcan sombras el pasado oscuro, soy parte. Parte de muchas historias que nos hacen mover más que los pelos, que nos revuelve el alma y que nos sucumbe la memoria. Soy parte de esos pañuelos, de esas arrugas, de esas bocas que gritaron por la memoria. No pude evitar llorar cuando escuché el primer verso de "Dinosaurios" de Charly García, ni cuando vi pasar por enfrente de mis ojos a las Madres. No pude, juro que no pude. Me contuve y mis ojos explotaron al ver tanta majestuosidad. La gente no me dejaba ver la inmensidad del lugar, ya que la inmensidad era la gente. Miles de personas abrazando un espacio, siendo -al igual que yo- parte. Aunque intentaba salir de ese mar en el que me metí, no pude. Fue más fuerte que yo. Busqué consuelo en mis cercanos y todas las caras que vi se asemejaban a la mía; todas emocionadas por el momento que estábamos viviendo. Los bombos resonaban en mi cien, la vista se nublaba, la fuente se podía ver de lejos y sonrisas de niños debajo de sus aguas. Familias enteras con consignas bajo colores pintados con crayones o témperas. Las manos agarradas de los amantes y las lágrimas que pintaban el relieve en las pieles de los desconocidos. Al irme el panorama era el mismo, la salida era desgarradora. En silencio caminé las mismas cuadras y calles por las que vine, miradas encontradas y algún beso cálido en alguna mejilla.
Pude explicar con mi cuerpo -que a nadie le miente- lo que me estaba sucediendo. Y comprendí algo que nunca pensé; esa Plaza está maldita. La odian los que no sienten una causa como propia, los que no les hierbe la sangre ante una injusticia y quiénes no creen que conseguiremos la victoria. La desprecian porque guarda los retazos de la felicidad de aquellos que eran nadie y se convirtieron en todo, o se pusieron al hombro las grandes luchas de las que la historia (escrita por ganadores y vencedores) habla. La denigran porque no entienden lo que nos causa, porque mueve a miles y muchos nos morimos por tocarla ya que ésta ha tocado los corazones de tantos de nosotros y lo sigue haciendo. La sentimos como propia porque han querido borrarla, hacerla ver como una especie más en la arquitectura, como una muestra de años y no de hechos. Por la Plaza pasaron momentos históricos inolvidables, el viernes fue uno de esos.

Hace cuarenta y un años una viejas brujas locas la rodearon, les dijeron que se vayan; "circulen". Y ellas caminaron en círculos por la pirámide. Y cada año, cada mes, cada semana, cada jueves para ser precisa, lo volvieron a hacer. Y muchos -como yo- nos unimos a sus caminatas, por eso creo que está maldita. Porque no cualquiera puede pisarla y sentir lo que siento yo, no muchos pueden estremecerse ante ella y no cualquiera ablanda su corazón.
"Está increíblemente maldita, porque quien la pisa se quema con su fuego de lucha"me dije. Y pasarán los días, las semanas, los meses y mismo años, y seguirá así... maldita.

sábado, 11 de marzo de 2017

Preguntas /1

¿Qué me venís a decir, vos?
¿Qué me decís que no puedo?
¿Que soy muy chica?
¿Que ya estoy grande?

¡Ay, pero qué ironía che!
Qué rápido creciste,
qué rápido te adueñaste,
qué rapido te la creíste.

¿Qué me venís a hablar, cagón?
Si no sabés lo que es la pasión,
si le tenés miedo a tu sombra
si pedís permiso a mamita.

¿Qué me venís a retar por como me siento?
Si no cruzo las piernas,
si soy poco femenina
o si tengo pelos en la vagina.

¿Qué me hablás de respeto?
Si no te susurran al oído,
mientras te tocan el culo
y te tiran su número de teléfono.

¿Si soy la más puta del barrio?
¿Si soy una histérica por que digo que no?
¿Si me gusta la concha y el pito?
¿Si me gusta con los dos?

Pero qué ironía, Cachito
qué ironía tus tetas,
¡tapátelas, Cacho!
¿Qué van a pensar los niños?

Tapá esa boquita Feminista,
tapá esa concha subersiva,
tapá esas tetas rebeldes,
tapá ese espíritu de lucha.

viernes, 10 de marzo de 2017

Basura

Me siento basura,
siento como me ensucio
cómo mis manos se deslizan
cómo se me cae la ropa.

Me vuelvo a sentir basura,
con tu susurro me siento basura,
con tu chiflido me siento basura,
con tu morbo me siento basura.

Siento cómo te sentís poderoso,
el dueño de calle,
el rey de la selva,
el amo de mi cuerpo.

Cómo con la mirada vas eligiendo,
como si estuviese hecha para vos,
como si yo no tuviese elección
y ahí me vuelvo a sentir basura.

Me siento más basura,
no sos el único, ni el primero,
una orda de machos me asechan,
una orda de machos me atrapan.

Me siento basura pero no te culpo,
sos el macho argentino,
el respetable, eso sos,
el macho que cree lo que no es.

Me sigo sintiendo basura,
con tus "hermosa",
con tu cara alborotada
con tu boca sucia.

Me siento basura
al sentirme insegura.
Perdoname, no es con vos
pero me siento basura.