domingo, 16 de septiembre de 2018

A Claudia Falcone.

Hoy ya no soy tan chica, no tan. Y quizá vuelva a este lugar porque dejé sentados momentos de mi vida que se transformaron en historias y crecimientos. Hace casi cuatro años vengo escribiendo acá, sobre amor y politica, un par de cuentos que al leerlos ya no entiendo, poemas a la nada y algún haikú perdido en la mmemoria de lo que alguna vez sentí.
Hoy es dieciséis (16) de septiembre y tengo la costumbre de hablarle a las fechas pero más que nada a quiénes las hacen importantes. También puede ser que busque esta idea de que quién muere no se va sino queda esparcide por el tiempo y un par de cosas misticas que hacen a la fé algo más cómica.
En fin... te charlo como si hubiésemos sido compañeras, que al fin y al cabo lo somos. Y hay un poco de pensarme a mi con dieciséis años en mi militancia. Pienso en vos, también. No de una forma heroica, para nada. Sino con la simpleza que lleva quien milita y decide dejar su vida por las causas que nos estremezcan. El heroismo nos hace creer que nadie disfruta, que los momentos de felicidad son efímeros que no dudo que lo hayan sido cuando el terror es moneda corriente por las calles y construir una nueva persona, una nueva cara que guarda en sí los más bellos deseos de libertad.
A veces busco a mi referencia política como algo cercano, porque vivo a flor de piel. Porque nos creo humanes, interesades en una vida mejor o no. Suelo caer en esta fecha y pensar en la primavera, el mate, algún tema de Spinetta o Los Gatos, me remito a las camisas color marrón ocre o beige y otros tantos ejemplos válidos en pensar en la época. En tu época. Nunca me detuve a pensar si hubo felicidad, y si hay algo que el tiempo no es capaz de agrietar las generaciones, es el deseo. El deseo que te movió a vos y a tus compañeres, no habrá época que cambie eso en la militancia. Por momentos me veo en vos, como tantas pibas.
 Una vez leí una nota en la que tu hermano dijo que vos eras una piba normal, que pensaba en pibes y fumar porro. Y que lo que resaltaba era la calidez humana, esa sensibilidad que construye algo mejor, por más chico que parezca.

Por eso hoy me debía escribirte, no caer en admiraciones. Si en el respeto. En la promesa de que la felicidad nos la alimentaremos entre nosotres, y que el heroismo no es más que la vida que llevamos rebelandonos ante todo lo establecido. Ante todo lo injusto.
No sé Claudia, yo no pienso olvidar tu imagen.

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