miércoles, 24 de agosto de 2016

La búsqueda.

Camina, pero sin los pies. Da muchas vueltas sobre sí misma, se reconoce. Va desde la punta del cabello más fino, bajando por las orejas con fuerza hasta los párpados de los ojos. Se desliza como en un tobogán por su nariz y cae en la boca. Siente que está en un mar de sabores, pero sólo sabe que está conociendo su lengua. De la boca va hacía el cuello y un poco traviesa corre de un hombro a otro. Choca con las claviculas, muy finas. Se dirige a sus pechos, salta sobre sus pezones. Entre salto y salto termina en su obligo para de allí correr a su mano izquierda. Va trotando sobre sus dedos y sube corriendo velozmente por su brazo, vuelve a bajar, vueve a trotar por sus dedos y cae nuevamente en su ombigo. Baja por su panza hasta su vagina, la conoce. Entre por los labios mayores y juega con su clítoris, la enloquece. Sale y se va deslizando por sus piernas hasta las rodillas, juega con sus cosquillas. Reconoce el fin del recorrido bajando por sus piernas. Llega a sus pies y toca como teclas de piano sus dedos.
Se estremece, se ha recorrido toda pero aún así no se conoce.
Quizás su cuerpo no defina quien es, pero sabe que es suyo, aún así ansía tocar otro cuerpo.
¿Su excusa? Quiere buscarse bajo la piel de otra alma.

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