viernes, 26 de agosto de 2016

El hombre de los veinte y cinco veranos /2

Y ahí va, aquel hombre. Veinte y cinco veranos tiene encima el muchacho, cuantos inviernos crudos y otoños de soledad, ni hablar de las primavera de amor. Tiene un gran caminar, pero su andar es un poco extraño.
Tiene miedo, siempre en defensa de que el mundo lo toque. Siente la persecusión de la joven, esa chiquilina.
Sueña con un mundo mejor, pero su mundo ya lo descartó. Esperanzas tiene, pero no con el amor. Veinte y cinco veranos de desilusión, inviernos de frío corporal, otoños de lectura sin mirar y las primaveras que inspiraron algo de amor, quién sabe si llegó.
Pero éste hombre es peculiar, tiene su encanto. Sus palabras con claves, sus experiencias lo llevan a la soltura, y es por eso que quizás hable con tanta altura. No se siente joven, pero la vejez no le llegó, su juventud la tiene en todo su amor. Su mirada baja cuenta más que sus historias, su boca esconde muchos secretos. El sexo lo atrae, no lo admite pero es un galán. Conquista mediante sus palabras, lo demás se descubre en sus encantos. Los orgasmos los consigue con sus oraciones, no necesita más que eso.
Aún así no sabe si es feliz, le teme a los problemas pero más teme no tenerlos. Y cuando cree que no tiene problemas, aparece. La joven ronda por su cabeza, baja por su oreja y se posa en su boca.
El recuerdo de la noche lo atormenta, no olvida la conexión de sus cuerpos. Se siente en ella, se siene con ella. Odia las sensaciones que no puede controlar, bien sabe que está perdido. Bien sabe que ella se apoderó de él.
Recurre al olvido, pero cuando cierra sus ojos la vuelve a ver. Desnuda sobre él moviéndose, toca sus pechos, baja por sus caderas. Besa su cuello y acaricia su espalda porque sabe que es la última vez.
Abre sus ojos, y ahí está.
Acostada a su lado, lo toma de las mejillas y se duerme con el sonido de un "te quiero".

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