domingo, 2 de octubre de 2016

El hombre de los veinte y cinco veranos /3

Baja del tren, camina. Sigue su destino hasta el finde la estación, entre tantos camina. Recorre su camino como si fuese otro más, pero sabe que no. No es otro más porque alguien lo espera, porque alguien lo busca (porque se buscan). Sigue caminando hasta que llega al molinete, pasa. Ya está cerca, su entusiasmo se eleva, empieza a temblar. Siente por su cuerpo ese calor que lo invade, que lo desnuda y deja en perfecta transparencia para contemplar lo que sus ojos no pueden decir pero si expresar.
Llega a la salida de la estación, camina por una calle con ansias. Su cuerpo se mueve por si solo, no reconoce los movimientos que va llevando a cabo, es como si una fuerza exterior lo obligase a entusiasmarse más y a querer salir corriendo.
Desde lejos la ve, ella camina en dirección opuesta. Mientras se van acercando se miran, se sonrien, se quieren. Llegan a tocarse, se abrazan y su mundo se cierra y sólo gira entorno a ellos. Ya no importaba esa estrecha calle donde nadie pasaba por el tumulto de personas que pasaban a hora pico, ni importaba los comerciantes ambulantes, ni tampoco la vecina histérica por el calor o el barrendero harto de su larga jornada laboral... eran ellos, queriéndose en la espera.
Se toman la mano y buscan donde ocultarse de esta ciudad que sólo busca mostrar la intimidad de los apasionados y esconder las miserias de unos cuantos muertos. No dicen una palabra, sólo caminan. Buscan su lugar en la gran ciudad, buscan donde reposar, buscan donde encontrar su paz.
Deciden por una plaza cerca de la estación, aún así la ciudad se seguía sintiendo con sus autos largando su humo pesticida y los bocinazos de tarde. Se recuestan, no dicen una palabra. Se miran, se acarician.
El hombre de los veinte y cinco veranos la (ad)mira, la anhela, la desea. Ella también.
-Te quiero- dice, apasionado.
-Y yo a vos, más- responde intrigada.
Durante toda la tarde no hubo más conversación que esa, se levantan y vuelven a la estación. Él tenía que volver y ella irse. Se despiden con un largo beso; "paz es lo que encuentro con vos, entre tanta guerra"

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